RETRATOS II


Desde que escribí hace cuatro años sobre retratos he hecho algunos más, aunque la verdad es que no conservo prácticamente imágenes de ellos.

Para realizar el retrato que aquí muestro, partí de una imagen fotográfica, pero por supuesto, también la referencia de lo que había visto en persona al retratado, otras fotografías, espectáculos en los que actúa y mi visión personal.

Me he dado cuenta de lo complicado que puede resultar retratar a un actor, porque supongo que además de ser su propia persona, puede ser todos los personajes que interpreta y viceversa. Puede que también estuviese “actuando” mientras se le tomó la fotografía; en el fondo creo que todas las personas lo hacemos cuando posamos, pues todos llevamos un actor o una actriz dentro.

De hecho, aunque hay quien dice que los y las artistas plásticas, debemos seguir siempre una misma línea de trabajo, a veces sigo líneas paralelas que se complementan unas con otras, según la necesidad del momento; y aunque suela pintar abstracto, de vez en cuando me tomo un paréntesis y me decanto por la figuración. ¿Puede que salga así una faceta de “actriz” en mi pintura?

Mientras pinto retratos, la concentración es absoluta en cuanto a cuestiones técnicas, y sobre todo, en cuanto a la persona retratada. No solo hay que prestar atención a sus rasgos físicos (lo cual es muy importante y complicado) sino a darle “vida” y expresión a esa persona, intentar transmitir buena parte de sus gestos y esencia, por encima de la fidelidad absoluta a su fisonomía. Al fin y al cabo, pintura y fotografía son lenguajes diferentes. 

Me voy preguntando, ¿qué expresión facial escoger para fijar en un retrato? Intento que queden plasmadas, en alguna medida muchas de ellas, pero no pueden plasmarse todas simultáneamente. A medida que analizo una simple fotografía veo diferentes expresiones, cada vez lo veo de una manera distinta, y creo que esto mismo se acentúa aún más  en el retrato pintado. ¿Y en cuanto a la edad? Prefiero otorgar un poco más de madurez, para que la persona se reconozca e identifique dentro de algunos años, pero a su vez intento plasmar el reflejo del niño o niña que llevamos dentro.

Por eso  me resulta más difícil captar la personalidad transmitida de una persona que tan solo he visto por fotografía, aunque creo que le doy aún más vueltas, cuando se trata de una persona a la que conozco pero no lo suficiente.  

Durante la elaboración, soy consciente de que cualquier persona somos presente, pasado y proyecto vital, con nuestros diversos estados de ánimo y cambios físicos que se dan a lo largo del tiempo.

Además de dicha evolución y cambios en la persona que se retrata, también puede cambiar mi propia visión al respecto, según el momento en que lo realice. Como si en parte, el retrato se tratase de un espejo, Inconsciente e inevitablemente voy reflejando y proyectando en la representación de la persona que esté retratando, mi propia personalidad y estado de ánimo,  por lo que es algo que hay que saber reconocer y manejar.

Con todo ello, durante el proceso surgen fases de deformación del dibujo, de grandes cambios expresivos, hasta conseguir lo que considero adecuado. Incluso hay veces en que me es necesario posponer el trabajo para que no se interponga alguna emoción propia, ajena a la persona retratada  en la fidelidad del retrato. Es importante tener paciencia,  con la espera que requiere el óleo, y con la espera del momento personal adecuado para continuar.

Pintar retratos puede llegar a parecer una tarea interminable, aunque llega un punto en el que tomo conciencia de que a mi parecer está terminado, pues si tratase de seguir trabajando los rasgos faciales, perdería la expresión y la esencia que quiero reflejar.

Entonces llega el momento de la separación de la obra; y aunque me cueste desprenderme de lo que he realizado con esfuerzo, gustándome el resultado final, tengo ganas a su vez de que esté donde siento que debe estar: en este caso, con la persona retratada.



Inma Sabariegos García: Juanma, 2012. 55 x 46. Óleo sobre lienzo




Gran experiencia también el haber realizado un lindo encargo por parte de la artista Yolanda Rodríguez, como regalo muy especial hacia su pareja Joaquín Mulero, retratado junto a su hijo Daniel, familia con mucho duende.  



Inma Sabariegos: Joaquín y Daniel, 2014. Óleo sobre lienzo


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